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May 7, 2012 / Roberto Giaccaglia

Ella me dijo que es una vida buena allá

Hoy es un día histórico. Después de un mes y pico, se pusieron a trabajar en el caño roto frente a nuestro negocio. Uno de los tipos tenía una remera de Ren & Stimpy. Se avanzó un montón, y sólo en un par de horas. Hicieron otro pozo. O sea, sacaron más vereda y, por ende, nos quitaron un tercio más de vidriera, con lo cual el espacio que dejan al posible cliente para que vea las novedades o lo que se nos ocurrió poner por estos días es más bien pequeño. Y por la mañana, entre los taladros, los cables, las herramientas y la radio con noticias y música, que todo albañil considera indispensable, ni siquiera se podía entrar. Pero las cosas van mejorando, para qué quejarse. Por ejemplo, ya no sale hacia la calle el agua servida que viene -¿venía?- del patio, donde el negocio comparte terreno con la pensión que la genera. Se pudo trabajar, por la tarde, con la puerta abierta. Entraron un par de personas y todo.
Hablando de remeras. En la pelea de la otra noche, Mayweather-Cotto, lo vi entre el público a Sugar Ray Leonard, notable boxeador de los ochenta, uno de los mejores, y que le ganó a mi entonces ídolo de la niñez, Maravilla Hagler, en una pelea que recuerdo con cierta bronca. Bueno, decía, que lo vi a Sugar Ray Leonard luciendo una remera de Lou Reed. Más precisamente, la tapa de su disco Transformer. Es la primera vez que veo a un boxeador -o ex, como se prefiera-, es más, a un boxeador ya grandecito, con una remera rockera. A los boxeadores no les gusta el rock. Hay un alemán que entra al ring con una canción de Scorpions, pero… no sé, no quiere decir nada, lo hará, supongo, porque los Scorpions son alemanes y ya se sabe cuánto les puede la nacionalidad a algunos… Cotto entró la otra noche con el de Calle 13 cantándole atrás -ja, “cantándole”-, por caso.
Pero el más raro de todos -incluso que la remera rockera de Leonard- fue Mayweather, que entró con Justin Bieber cargándole sus cinturones. Qué carajo hacía el ídolo teen con Mayweather, y, encima, haciéndole de caddie, es algo bastante inexplicable. No sé cómo se animó a tanto. Si llegaba a perder iban a decir que se está ablandando, seguro. ¿No tienen otros ídolos mejores sus hijos de los que hacerse amigo?
Después, al otro día, me enteré de que se vio una linda luna esa noche. Pero en fin, yo estaba ocupado esperando la pelea de Mayweather-Cotto, así que me la perdí.
No fue la pelea del año, como señalaban antes de que se hiciera. Y no lo fue, sencillamente, porque Cotto no es rival para Mayweather. En esencia, nadie es rival para Mayweather. Es uno de esos deportistas que desgraciadamente tendemos a olvidar, el virtuoso, el elegante, el que está por encima del resto, en pos de otros que demuestran lo que esta clase de deportista no: pasión, entrega, fiereza, “huevos”, etc. Mayweather es el Zidane del boxeo, ni más ni menos. Pura sutileza. Practican su arte -ya no vale decir “deporte”- no sólo con destreza, sino como si estuvieran tomando mate mirando un atardecer, navegando en un lago manso. Hay algo en ellos que excede la apreciación ligera, no la permite, la desautoriza. Parece, en suma, que siempre pudieran dar más de lo que dan, pero se lo guardan, a sabiendas de que no les hace falta. En cambio los deportistas como Cotto… sí, son pura furia, lo dejan todo en el ring, pero… pero es sólo eso, una actuación para la hinchada, Palermo a último momento metiendo un gol de cabeza, agonizando casi, bajo la lluvia y embarrado. La popular ve eso y se larga a llorar, se caga encima de la emoción, pero lo de Mayweather-Zidane va más allá del triunfo. Ni les hace falta. Son intérpretes de una melodía que se toca para unos pocos.
El domingo me la pasé pensando en eso, en qué raros que son estos tipos, y en la remera de Leonard, también, que a mí mismo me gustaría tener. Pero es raro conseguir buenas remeras, sobre todo de rock. Antes, con Menem, era otra cosa. Ahora mismo me estoy acordando que, años y años atrás, yo mismo tuve una remera de Ren & Stimpy, como la de uno de los tipos que hoy trabajaba frente al negocio. No era exactamente como la él, que era blanca. La mía era roja, y tenía a estos dos perros deformes estampados en el frente. Bien pensado, el programa de Ren & Stimpy era algo serio. Si hoy mi hija viera una serie así, me preocuparía mucho. No creo que los creadores del programa hayan sido del todo normales, para mí que tenían varios problemas no resueltos, de esos que con los años se convierten en traumas y provocan desgracias. Ahora no usaría una remera de Ren & Stimpy ni en pedo. En parte porque me vería medio pavote, y en parte porque bien pensado, repito, la “idea” de la serie da un poco de miedo. Una vez, lo juro, un caballo se tiraba de un edificio y quedaba hemipléjico, y ahí andaba, arrastrándose entre los perros protagonistas del programa, lamentándose de su suerte… ahora que lo pienso creo que uno de ellos -el bruto- era un gato, no un perro, pero no estoy seguro.
Tal vez debería conseguir las remeras que usa este que escribió Bajo este sol tremendo… ¿cómo era? ¡Carlos Busqued! Unas remeras de unos grupos de grindcore malísimos, pero que a los grandulones -que ya no deberían escucharlos- les queda… por lo menos raro. No “bien”, sino “raro”. Y supongo que si uno pretende parecer un escritor border debe usar remeras así. ¿Dónde las conseguirá Busqued ahora que ya no está Menem?
Después vi a Lanata, que me divirtió bastante.