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marzo 25, 2012 / Roberto Giaccaglia

¿Quién carajo es Mick Jagger?

A la fin enfrenté mis principios y agarré un libro de autoyuda. Lo que no pude vencer del todo fueron mis prejuicios, porque a la página y media ya me parecía que el autor me estaba tomando el pelo. Desde la foto de solapa misma, el autor me está tomando el pelo. Se trata de un ruso llamado Vadim Zeland, y parece un Bono Vox venido de Venus -ahora que lo pienso es muy probable que el verdadero Bono Vox venga también de Venus… con lo que es factible que no haya un Bono Vox “verdadero” al fin y al cabo, sino que sean todos replicantes. ¿Tardarán mucho en tomar control de la Tierra? Espero no estar aquí cuando suceda.
Como sea, este Vadim Zeland al parecer es un “gran misterio”, ya que no da entrevistas, no se deja sacar fotos más allá que la que se dejó sacar para la solapa y nadie sabe nada de él. Lleva el pelo largo hasta el cuello, liso, peinado hacia atrás, con patillas pronunciadas, saco negro y unos lentes azules rectangulares que le cubren media cara y que más bien parecen una escafandra. Bono Vox en un video -“The Fly” puede ser, aunque también puede ser cualquier otro- lleva unos lentes parecidos. Es claramente un gurú en toda la regla, o al menos con aspiraciones de tal. Escribe muy mal o es muy malo el traductor que le tocó para la edición de sus libros en castellano, es lo mismo. El libro es poco disfrutable, a no ser que uno sea una persona que no lee y que se conforma con cualquier cosa o al menos con las de alguien que intente convencerlo de que puede ser feliz y lograr lo que desea si lo intenta. Zeland, pues, es de esta clase de personas. Supongo que necesarias para alguna gente.
Con todo, trataré de imponerme a mi automático desprecio e ir un poco más allá con el libro, ver si al fin y al cabo tiene algo para decirme. Puede sorprender, pero tal vez sea cierto que se puede aprender hasta del menos pensado.
El libro se llama Adelante al pasado, y trata al menos tangecialmente de lo que creo dejé escrito hace poco, esto de la “visualización”, lo que es, a grandes rasgos, la capacidad de anticiparse a los hechos y así más o menos manejarlos o guiarlos hacia lo que uno necesita que suceda.
Me he quedado corto, por supuesto, porque el libro no trata sólo de eso, sino de un fenómeno -no sé cómo llamarlo, pero supongo que a esta altura ya debe de ser un fenómeno- del “transurfing”, que es o podría ser si es que entendí bien un conjunto de técnicas para deslizarse -o “surfear”- por encima de la realidad, a fin de que ésta no se entrometa en nuestra existencia. Podría decirse, a fin de que nos resbale. Como quien dice, me tomo una garomba y todo me chupa un huevo… Pero no, porque eso es apenas un chiste, y el transurfing se presupone algo serio, metódico, no para cualquiera y sólo para los aplicados.
Como digo, no he avanzado mucho en el libro y sé que me va a costar, así que mis precisiones son por lo menos remotas, pero hasta ahora todo esto podría resumirse en el logro de un pensamiento positivo. Si uno está bien, le pasan cosas buenas. Si uno está mal, atrae malas ondas y todo le resulta como el orto. Dice que podemos “notar” a las personas que no están bien -emocionalmente, quiero decir-, y cómo ellas mismas se predisponen para que les siga yendo mal, cosa que es contagiosa, por lo que una sola persona de pésima condición emocional puede en pocos minutos amargar toda una sala. O por lo menos un ascensor. Tal vez algo parecido diga el tipo ese de nombre Stemateas o algo parecido en ese libro que se vendió mucho: Gente tóxica. La “gente tóxica”, supongo, es la gente que está mal, que contagia malaria, por lo que a su lado no se puede menos que sentir decaimiento y apatía.
No es fácil estar bien, claro que no, las influencias negativas son muchos, tanto del exterior como del interior. Una influencia negativa y muy poderosa que nace e implosiona desde nosotros mismos es la de nuestro estómago. Hay que comer rico y sano. La comida es muy importante si se quiere mantener un equilibrio emocional que nos permita alcanzar grandes logros. He leído hasta ahí, hasta donde me fue humanamente posible. Después creo que vienen consejos acerca de la combinación de un estómago sano con la de un espíritu satisfecho. Veremos.
Pero al menos en este aspecto Vadim Zeland no está tan loco. Bertrand Russelll, tal vez uno de los hombres más inteligentes que haya pisado el planeta, junto con Bono Vox, dice bien clarito en uno de sus libros que la medida para ver si una persona es feliz o no es ver cuánta atención le presta a la comida. Es fácil: si no le presta atención en absoluto, si para ella la comida es algo que simplemente hay que llevarse dentro para no morirse, pues esa persona es una pobre infeliz, incapaz, según Russell, de disfrutar auténticamente. Si en cambio le da al acto de comer una importancia mucho mayor, al punto tal de ver en dicho acto un solaz en medio de la jornada, una oportunidad para el placer, una exigencia personal casi de darle gusto a los sentidos, pues bien, esa persona tiene altas probabilidades de ser dichosa, muy. Para Russell, esto es nada más que sentido común. Y tiene toda la razón. No creo que pueda agregarse nada más. Se le ha agregado, ya sé, muchas cosas más, no por nada, como llevo dicho, infinidad de libros de autoayuda se basan o por lo menos empiezan con el asunto este de la comida y de las santas dietas, donde el 99% de los escritos son puras patrañas, y a veces apuesto que entrañan algo de peligro.
Pero al menos en algo me he puesto de acuerdo con Vadim “Bono” Zeland. Veremos cómo sigue. Si es que.